jueves, 27 de mayo de 2010

Une louange de gloire

El Misterio –que a todos nos alienta con alientos de Vida- más explícitamente testimoniado lo podemos contemplar en Isabel Catez Rolland. Breve mirada aquí, por lo tanto limitada, que podemos recibirla como un fulgor del corazón de un místico.

Una vida enamorada de Jesús –gracia singular- desde la Primera Comunión en la infancia hasta el último de sus días. La Beata Isabel de la Trinidad estando ya en el Carmelo se dedica a conocer los escritos de San Pablo, en la Carta a los Efesios -Ef 1, 12- encuentra la guía de su espiritualidad «ser una alabanza de gloria» de la Santísima Trinidad.

Isabel vivió entre 1880 y 1906 en Francia. A los 21 años ingresó en el Carmelo de Dijon. Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 25 de noviembre1984.

¿Qué es para la beata Isabel una alabanza de gloria? ¿Cómo vivía esta palabra de Efesios?:
“Una ‘alabanza de gloria’ (Ef 1, 12) es un alma que mora en Dios y que le ama con amor puro y desinteresado, sin buscarse a sí misma en las dulzuras de ese amor; que le ama independientemente de todos sus dones y aunque no hubiese recibido nada de él. Una alabanza de gloria es un alma silenciosa que está como una lira, dócil al toque misterioso del Espíritu Santo, para que arranque de ella armonías divinas. Esta alma sabe que el sufrimiento es una cuerda que produce sonidos aún mucho más melodiosos; por eso quiere verla en su instrumento, para conmover más deliciosamente el corazón de su Dios. Una alabanza de gloria es un alma que fija en Dios su mirada con fe y con simplicidad. Es un instrumento que refleja todo lo que Dios es. Es como un abismo sin fondo donde Dios puede meterse y expansionarse. Es también como un cristal en el que Dios puede reflejarse y contemplar todas sus perfecciones y su propio resplandor. Una alabanza de gloria es, finalmente, alguien que vive en continua acción de gracias. Todos sus actos y sentimientos, todos sus pensamientos y aspiraciones, a la vez que la van enraizando cada vez más profundamente en el amor, son como un eco del Sanctus eterno” (Beata Isabel de la Trinidad).

Compartamos, orando, su más conocida oración en la primera estrofa:

En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro!
Ayudadme a olvidarme enteramente
para establecerme en Vos, inmóvil y tranquila,
como si mi alma estuviera ya en la eternidad.
Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Vos,
¡oh mi Inmutable!, sino que cada minuto me haga penetrar más
en la profundidad de vuestro misterio.
Pacificad mi alma, haced de ella vuestro cielo,
vuestra morada amada y el lugar de vuestro reposo.
Que no os deje allí jamás solo,
sino que esté allí toda entera,
completamente despierta en mi fe, en adoración total,
completamente entregada a vuestra acción creadora.

PRIÈRE DE
SOEUR ÉLISABETH DE LA TRINITÉ

Au Nom du Père et du Fils et du Saint-Esprit.
O mon Dieu, Trinité que j'adore,
aidez-moi à m'oublier entièrement
pour m'établir en vous, immobile et paisible
comme si déjà mon âme était dans l'éternité!
Que rien ne puisse troubler ma paix ni me faire sortir de Vous,
ô mon Immuable, mais que chaque minute m'emporte
plus loin dans la profondeur de votre Mystère.
Pacifiez mon âme, faites-en votre ciel,
votre demeure aimée et le lieu de votre repos;
que je ne vous y laisse jamais seul,
mais que je sois là tout entière,
tout éveillée en ma foi, tout adorante,
toute livrée à votre action créatrice.

Párrafos de algunas de sus cartas:
“Vivamos con Dios como con un amigo. Procuremos que nuestra fe sea viva para comunicarnos con El a través de todas las cosas. Así se logra la Santidad. Llevamos el cielo dentro de nosotras pues Aquel que sacia a los Bienaventurados en la luz de la visión beatifica, se nos entrega por la fe y el misterio. Es el mismo. He hallado mi cielo en la tierra pues el cielo es Dios y Dios está en mi alma..." (Carta 100 A la Condesa de Sourdon)

"Todo depende de la intención que se tenga. Podemos santificar hasta las cosas más pequeñas y transformar en divinos los actos más ordinarios de la vida. Un alma que vive en Dios sólo obra sobrenaturalmente. Las acciones más vulgares, en vez de separarla la unen más íntimamente a El..." (Carta 275 A María Rolland)

"Si hiciéramos crecer a Dios cada día en nuestra alma, que seguridad obtendríamos para compadecer un día ante su infinita santidad. Creo que usted ha hallado el secreto. Por la renuncia se logra mejor esta finalidad divina. Por ella morimos a nosotros mismos y dejamos todo el lugar libre para Dios. Recuerde estas hermosa página del evangelio de S. Juan donde Nuestro Señor dice a Nicodemo: Te doy mi palabra de que si uno no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios (Jn. 3, 3).
Renovémonos, pues en el interior de nuestra alma, despojémonos del hombre viejo y revistámonos del hombre nuevo a imagen del que le creó (Cl. 3, 10).Se hace esto tranquila y sencillamente alejándose de cuanto no es Dios. El alma se ve entonces libre de temores y deseos. Su voluntad se pierde totalmente en la voluntad de Dios. Como esto produce la unión, ella puede exclamar: No vivo yo, sino que vive Cristo en mi" (Gl. 2, 20). (Carta 203 A la Sra. Angles)


Al contarnos lo que pensaba sería su misión en el cielo nos dice lo que amaba vivir y experimentar:
"Me parece que mi misión en el cielo consistirá en atraer a las almas al recogimiento interior, ayudándolas a salir de sí mismas para unirse con Dios a través de un sentimiento sencillo y amoroso. Procuraré mantenerlas en ese profundo silencio interior que permite a Dios imprimirse en ellas y transformarlas en él"

Nos resuena como un eco esta parte de la III Carta de santa Clara de Asís S XIII a la beata Inés de Praga: “...alégrate también tú siempre en el Señor, carísima, y no te dejes envolver por ninguna tiniebla ni amargura, oh señora amadísima en Cristo, alegría de los ángeles y corona de las hermanas. Fija tu mente en el espejo de la eternidad, fija tu alma en el esplendor de la gloria, fija tu corazón en la figura de la divina sustancia, y transfórmate toda entera, por la contemplación, en imagen de su divinidad. Así experimentarás también tú lo que experimentan los amigos al saborear la dulzura escondida que el mismo Dios ha reservado desde el principio para sus amadores...”
Juan Pablo II en la homilía de la Misa de Beatificación de Isabel decía:
Nous osons aujourd’hui présenter au monde cette religieuse cloîtrée qui mena une «vie cachée en Dieu avec Jésus-Christ» (Col 3, 3) car elle est un témoin éclatant de la joie d’être enraciné et fondé dans l’amour (cf. Ep 3, 17). Elle célèbre la splendeur de Dieu, parce qu’elle se sait habitée au plus intime d’elle-même par la présence du Père du Fils et de l’Esprit en qui elle reconnaît la réalité de l’amour infiniment vivant.
Élisabeth a connu elle aussi la souffrance physique et morale. Unie au Christ crucifié, elle s’est totalement offerte, achevant dans sa chair la passion du Seigneur (cf. Col 1, 24), toujours assurée d’être aimée et de pouvoir aimer. Elle fait dans la paix le don de sa vie blessée.
À notre humanité désorientée qui ne sait plus trouver Dieu ou qui le défigure, qui cherche sur quelle parole fonder son espérance, Élisabeth donne le témoignage d’une ouverture parfaite à la Parole de Dieu qu’elle a assimilée au point d’en nourrir véritablement sa réflexion et sa prière, au point d’y trouver toutes ses raisons de vivre et de se consacrer à la louange de sa gloire.

Santísima Trinidad


Con un comentario escueto pego cada parte elegida del Catecismo. Un hilo une los temas. Todo fue surgiendo en la dinámica de la vida eclesial en una actitud orante, de adoración y honda paz en la mente y el corazón de hermanos de la Iglesia de distintas épocas, como así mismo esta redacción del Catecismo. Es bueno leerlos así, venerando a Quien se refieren: la Santísima Trinidad. Se trata de elaboraciones más bien intelectuales, de doctrina, pero surgieron de pensadores que oraban.

En la Fiesta de la Liturgia del próximo Domingo escucharemos a Juan y cómo nos revela la comunión de vida y de amor que circula entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Ésta comunión no se agota hacia dentro de la vida trinitaria sino que se abre a nosotros que somos así llamados a recibir ese amor para que vivamos en él.

El siguiente párrafo del Catecismo nos dice del “adentro” y del “hacia afuera” de la Trinidad: n 236. Los Padres de la Iglesia distinguen entre la Theologia y la Oikonomia, designando con el primer término el misterio de la vida íntima del Dios-Trinidad, con el segundo todas las obras de Dios por las que se revela y comunica su vida. Por la Oikonomia nos es revelada la Theologia; pero inversamente, es la Theologia, la que esclarece toda la Oikonomia. Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el misterio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Así sucede, analógicamente, entre las personas humanas. La persona se muestra en su obrar y a medida que conocemos mejor a una persona, mejor comprendemos su obrar.

Los siguientes párrafos son todos del Catecismo.

Este Misterio lo recibimos en la fe, es así que podemos acceder a él: n 237 La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los misterios escondidos en Dios, "que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto". Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo.

La doctrina sobre la Trinidad ya estaba en los orígenes de la Iglesia: n 249 La verdad revelada de la Santísima Trinidad ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la Iglesia, principalmente en el acto del Bautismo. Encuentra su expresión en la regla de la fe bautismal, formulada en la predicación, la catequesis y la oración de la Iglesia. Estas formulaciones se encuentran ya en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la liturgia eucarística: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros" (2 Co 13,13; cf. 1 Co 12,4-6; Ef 4,4-6).

En nuestro decir este Misterio se va encontrando con el lenguaje de la cultura de los griegos: n 251 Para la formulación del dogma de la Trinidad, la Iglesia debió crear una terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico: "substancia", "persona" o "hipóstasis", "relación", etc. Al hacer esto, no sometía la fe a una sabiduría humana, sino que daba un sentido nuevo, sorprendente, a estos términos destinados también a significar en adelante un Misterio inefable, "infinitamente más allá de todo lo que podemos concebir según la medida humana". n 252 La Iglesia utiliza el término "substancia" (traducido a veces también por "esencia" o por "naturaleza") para designar el ser divino en su unidad; el término "persona" o "hipóstasis" para designar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en su distinción real entre sí; el término "relación" para designar el hecho de que su distinción reside en la referencia de cada uno a los otros.

Aquí y en este lenguaje se dice el Misterio inabarcable, vivo y vivificante, plenificante -en cierto modo inefable- dicho también en el hoy de la Iglesia, fruto de mucho pensar y orar en el compartir de teólogos durante algunos siglos, fruto de la fe y la razón que mantienen la tradición de repensarlo con las categorias nuevas de la época sobre la base firme de lo que aquí se lee: n 253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial". Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza". "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina". n 254 Las Personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único pero no solitario". "Padre", "Hijo", “Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo". Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede". La Unidad divina es Trina. n 255 Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las Personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia". En efecto, "en Dios todo es uno, excepto lo que comporta relaciones opuestas". "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo".

Finalmente el “hacia afuera” es decir la obra divina y las misiones trinitarias, en nociones: n 258 Toda la economía divina es la obra común de las tres Personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y misma operación. "El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de las criaturas, sino un solo principio". Sin embargo, cada Persona divina realiza la obra común según su propiedad personal. Así la Iglesia confiesa, siguiendo al Nuevo Testamento (cf. 1 Co 8,6): "Uno es Dios [...] y Padre de quien proceden todas las cosas, Uno el Señor Jesucristo por el cual son todas las cosas, y Uno el Espíritu Santo en quien son todas las cosas. Son, sobre todo, las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las que manifiestan las propiedades de las personas divinas. n 259 Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la propiedad de las Personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Jn 6,44) y el Espíritu lo mueve (cf. Rm 8,14). n 260 El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad (cf. Jn 17,21-23). Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: "Si alguno me ama —dice el Señor— guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14,23).

sábado, 22 de mayo de 2010

Veni Creator

Veni, Creator Spiritus !

Este Himno el Veni Creator -Ven, Espíritu Creador- es cantado en su versión en Latin, la original, al inicio de ceremonias religiosas importantes invocando el Espíritu para esa ocasión.


Veni Creator
Ven, Espíritu Creador
visita las almas de tus fieles
llena con tu divina gracia,
los corazones que creaste.

Tú, a quien llamamos Paráclito,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego,
caridad y espiritual unción.

Tú derramas sobre nosotros
los siete dones;
Tú, dedo de la diestra del Padre;
Tú, fiel promesa del Padre;
que inspiras nuestras palabras.

Ilumina nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;
y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece la debilidad de nuestro cuerpo.

Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto la paz,
sé nuestro director y nuestro guía,
para que evitemos todo mal.

Por ti conozcamos al Padre,
al Hijo revélanos también;
Creamos en ti, su Espíritu,
por los siglos de los siglos

Gloria a Dios Padre,
y al Hijo que resucitó,
y al Espíritu Consolador,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ven, Santo Espíritu

Ven, Santo Espíritu
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.

viernes, 21 de mayo de 2010

Pentecostés

Siguiendo con el impulso de la entrada anterior, te comparto algunos textos del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la Fiesta del Domingo: Pentecostés.

Pentecostés

731 El día de Pentecostés (al término de las siete semanas pascuales), la Pascua de Cristo se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina: desde su plenitud, Cristo, el Señor (cf. Hch 2, 36), derrama profusamente el Espíritu.


732 En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el Reino anunciado por Cristo está abierto a todos los que creen en Él: en la humildad de la carne y en la fe, participan ya en la comunión de la Santísima Trinidad. Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace entrar al mundo en los "últimos tiempos", el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero todavía no consumado:
«Hemos visto la verdadera Luz, hemos recibido el Espíritu celestial, hemos encontrado la verdadera fe: adoramos la Trinidad indivisible porque ella nos ha salvado» (Oficio Bizantino de las Horas. Oficio Vespertino del día de Pentecostés)


Sobre la misión del Espíritu en el hoy de nuestras vidas y en la familia que somos, la Iglesia.

El Espíritu Santo y la Iglesia

737 La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo en su comunión con el Padre en el Espíritu Santo: El Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su Muerte y su Resurrección. Les hace presente el misterio de Cristo, sobre todo en la Eucaristía para reconciliarlos, para conducirlos a la comunión con Dios, para que den "mucho fruto" (Jn 15, 5. 8. 16).

738 Así, la misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del Espíritu Santo, sino que es su sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la Comunión de la Santísima Trinidad:
«Todos nosotros que hemos recibido el mismo y único espíritu, a saber, el Espíritu Santo, nos hemos fundido entre nosotros y con Dios. Ya que por mucho que nosotros seamos numerosos separadamente y que Cristo haga que el Espíritu del Padre y suyo habite en cada uno de nosotros, este Espíritu único e indivisible lleva por sí mismo a la unidad a aquellos que son distintos entre sí [...] y hace que todos aparezcan como una sola cosa en él . Y de la misma manera que el poder de la santa humanidad de Cristo hace que todos aquellos en los que ella se encuentra formen un solo cuerpo, pienso que también de la misma manera el Espíritu de Dios que habita en todos, único e indivisible, los lleva a todos a la unidad espiritual» (San Cirilo de Alejandría).


739 Puesto que el Espíritu Santo es la Unción de Cristo, es Cristo, Cabeza del Cuerpo, quien lo distribuye entre sus miembros para alimentarlos, sanarlos, organizarlos en sus funciones mutuas, vivificarlos, enviarlos a dar testimonio, asociarlos a su ofrenda al Padre y a su intercesión por el mundo entero. Por medio de los sacramentos de la Iglesia, Cristo comunica su Espíritu, Santo y Santificador, a los miembros de su Cuerpo.

740 Estas "maravillas de Dios", ofrecidas a los creyentes en los Sacramentos de la Iglesia, producen sus frutos en la vida nueva, en Cristo, según el Espíritu.

741 "El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rm 8, 26). El Espíritu Santo, artífice de las obras de Dios, es el Maestro de la oración.

Sus frutos y dones. (Del Compendio del Catecismo)

LOS DOCE FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO

1. Amor - 2. Alegría - 3. Paz - 4. Paciencia - 5. Longanimidad - 6. Bondad - 7. Benignidad - 8. Mansedumbre - 9. Fe - 10. Modestia - 11. Continencia - 12. Castidad.


Para este Pentecostés pido a nuestro Padre Dios derrame sobre nosotros, como aquella primera vez, abundantemente su Espíritu Santo; Espíritu de alegría, de amor y de paz; que concede un gran corazón, nos hace afables, bondadosos y nos llena de confianza; nos ayuda a permanecer pacificados y tener dominio de sí. (cf Gal 5, 22)

LOS SIETE DONES DEL ESPÍRITU SANTO

1. Sabiduría - 2. Entendimiento - 3. Consejo - 4. Fortaleza - 5. Ciencia - 6. Piedad - 7. Temor de Dios.

CREO EN EL ESPÍRITU SANTO

¡Ven, Espíritu Santo,

y enciende en nosotros el fuego de tu amor!
Espíritu vivificador llénanos con tu presencia. Enséñanos a orar, ayúdanos a permanecer en el Amor, en el de Jesús. Enséñanos a construir la paz. Enséñanos a vivir como hermanos con sentimientos de verdadera sinceridad y generoso cuidado entre nosotros, a nosotros que somos por pura gracia hijos todos del Padre eterno en Jesús, el predilecto, el amado.

Les comparto un breve texto del Catecismo de la Iglesia Católica (nn 683-686) para leerlo en el Espíritu, en Él nos habla aquí la Iglesia.

Creo en el Espíritu Santo
"Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del Espíritu Santo" (1 Co 12, 3). "Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abbá, Padre!" (Ga 4, 6). Este conocimiento de fe no es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con Cristo, es necesario primeramente haber sido atraído por el Espíritu Santo. Él es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Mediante el Bautismo, primer sacramento de la fe, la vida, que tiene su fuente en el Padre y se nos ofrece por el Hijo, se nos comunica íntima y personalmente por el Espíritu Santo en la Iglesia:
El Bautismo «nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, es decir al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo» (San Ireneo de Lyon).
El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva que es: "que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo" (Jn 17, 3). No obstante, es el "último" en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad. San Gregorio Nacianceno, "el Teólogo", explica esta progresión por medio de la pedagogía de la "condescendencia" divina:
«El Antiguo Testamento proclamaba muy claramente al Padre, y más obscuramente al Hijo. El Nuevo Testamento revela al Hijo y hace entrever la divinidad del Espíritu. Ahora el Espíritu tiene derecho de ciudadanía entre nosotros y nos da una visión más clara de sí mismo. En efecto, no era prudente, cuando todavía no se confesaba la divinidad del Padre, proclamar abiertamente la del Hijo y, cuando la divinidad del Hijo no era aún admitida, añadir el Espíritu Santo como un fardo suplementario si empleamos una expresión un poco atrevida ... Así por avances y progresos "de gloria en gloria", es como la luz de la Trinidad estalla en resplandores cada vez más espléndidos» (San Gregorio Nacianceno).
Creer en el Espíritu Santo es, por tanto, profesar que el Espíritu Santo es una de las personas de la Santísima Trinidad Santa, consubstancial al Padre y al Hijo, "que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano). Por eso se ha hablado del misterio divino del Espíritu Santo en la "teología trinitaria"Dios en sí mismo»), en tanto que aquí no se tratará del Espíritu Santo sino en la "Economía" divina Dios en relación a nosotros»).
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del designio de nuestra salvación y hasta su consumación. Pero es en los "últimos tiempos", inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. Entonces, este designio divino, que se consuma en Cristo, "Primogénito" y Cabeza de la nueva creación, se realiza en la humanidad por el Espíritu que nos es dado: la Iglesia, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne, la vida eterna.

sábado, 8 de mayo de 2010

Homilía del Cardenal Bergoglio en Luján

Con la alegría de la Fiesta, resonando entre Luján y la Eucaristía, gozosa, que celebramos en la Capilla Santa Clara de Asís aquí cerca de la Parroquia esta tarde, y dando vueltas la esperanza renovada en el corazón, posteo la Homilía del Cardenal Primado, el padre Obispo de la Arquidiócesis de Bs As Jorge Bergoglio, en la Misa por el Bicentenario de nuestra Patria, en la explanada de la Basílica de Luján.

Aquí en Luján hubo un gesto de la Virgen y nos hace bien recordarlo: en 1630 una pequeña imagen de la Pura y Limpia Concepción, se quedó. Iba a otra parte la caravana, pero la Virgen provocó la parada.


Desde ese momento en este lugar hubo visitas, peregrinaciones, encuentros con la Virgen. Desde ese momento la Patria tuvo madre. La imagen, al principio, estaba en una taperita, después una iglesia... y hoy la Basílica tan linda y tan cuidada.


Aquí aprendimos a detenernos y recibir vida. Aquí junto a la Madre de Jesús venimos a descansar, a confiarle la vida de otros, la vida que muchos fueron cargando en la peregrinación, en el silencio y la oración por el camino. Aquí el pueblo sencillo y creyente de nuestra patria fue creciendo también en algo tan característico del lugar: la solidaridad y la fraternidad. Y con este modo simple, de encuentro y silencio armó nuestra Madre el santuario: esta es la Casa de los argentinos. La Patria, aquí, creció con la Virgen; la Patria aquí tiene a su madre.


¡En esta su Casa de Luján cuántos vinieron a recibir la fe en el bautismo, a cumplirle promesas o a confiarle su necesidad, sus dolores o sus problemas! Por el templo anterior a esta Basílica, cuando la Patria empezaba, pasaron San Martín y Belgrano al principio y al final de sus campañas. Pasaron ellos, como muchos, en medio de la gloria, y cuando quedaron solos y olvidados, le confiaron su tristeza. Sabían que la Patria tenía Madre.


Hoy es su fiesta, al celebrarla a Ella que recoge las visitas y las oraciones de los hijos, le pedimos aprender a ser como el Negro Manuel, silenciosos observadores de la vida y el camino de esta Patria, y a rezar por ella con la fidelidad del pueblo que intuye esta presencia de madre y por eso confía. Somos parte de esta historia del milagro que continúa y se sigue escribiendo. A ella también le pedimos la gracia de saber trabajar por la Patria, hacerla crecer en la paz y concordia que nos da el sentirnos hermanos, desterrando todo odio y rencor entre nosotros.


En este lugar tan santo, lleno de fe y esperanza, pedimos hoy a la Madre que cuide a nuestra Patria. En particular a aquellos que son los más olvidados, pero que saben que aquí siempre hay lugar para ellos. Así fue desde el principio: la Virgen cuidó desde muy adentro del corazón a esta Patria, comenzando desde los más pobres, los que para los suficientes no cuentan... pero aquí sí que son tenidos en cuenta. Por ello a los hijos de la Virgen de estas tierras nunca les falta la protección de nuestra Madre.


En Luján hay un signo para nuestra Patria: todos tienen lugar, todos comparten la esperanza y todos son reconocidos hijos. Hoy vinimos a rezar en esta fiesta de la Virgen, en este año Bicentenario, porque aquí crecimos y aquí nuestra Patria siempre tuvo una bendición, porque tiene una madre. No tenemos derecho a aguacharnos, a bajar los brazos llevados por la desesperanza. Recuperemos la memoria de esta Patria que tiene madre, recuperemos la memoria de nuestra Madre. Miremos a la Virgen y pidámosle que no nos suelte de su mano. Gracias Madre por quedarte con nosotros.


Esta última oración “Gracias Madre por quedarte con nosotros” la repitió tres veces y con él los fieles a coro.

Nuestra Señora de Luján

NUESTRA SEÑORA
DE LA PURA Y LIMPIA CONCEPCIÓN DEL RÍO LUJÁN


HIMNO

Tú eres toda hermosa,
¡oh Madre del Señor!;
tú eres de Dios gloria,
la obra de su amor.


¡Oh rosa sin espinas,
oh vaso de elección!
de ti nació la vida,
por ti nos vino Dios.


Sellada fuente pura
de gracia y de piedad,
bendita cual ninguna,
sin culpa original.

Infunde en nuestro pecho
la fuerza de tu amor,
feliz Madre del Verbo,
custodia del Señor. Amén.


De la relación del mercedario fray Pedro Nolasco de Santa María
(Año 1737: Archivo de la Basílica nacional de Luján)

ORIGEN DE LA ADVOCACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LUJAN

En aquel tiempo que el reino de Portugal y el de Castilla se gobernaban por una Corona, con el mucho comercio que tenía esta ciudad con el Brasil, un portugués, vecino de Córdoba, que fundó la hacienda de Sumampa, pidió a un paisano suyo le trajese del Brasil una imagen pequeña de la Concepción, para colocar en una capilla que estaba fabricando en dicha su hacienda; y con este encargue le remitieron a un mismo tiempo dos, las cuales, encajonadas, cargó en su carretón. Y llegando al río de Luján hizo noche en lo de un paisano suyo, llamado fulano Rosendo.
Queriendo proseguir su viaje, uncidos los bueyes por la mañana, no pudieron mover dicho carretón; por cuya causa le volvieron a descargar, y entonces le movieron los bueyes sin alguna dificultad. Y admirados todos de este prodigio, le preguntaron qué llevaba en la carga, que allí se había descargado, que pudiese servir de impedimento a su viaje; y él respondió que no llevaba cosa de impedimento, antes sí dos imágenes para darles culto.
Y determinaron se embarcase en el carretón los dos cajoncitos de las imágenes e hiciesen caminar el carretón; y se hallaron con el impedimento primero; a que empezó a exclamar el devoto portugués a la Virgen Santísima que bien sabía el efecto, para qué la llevaba, que era para colocarla en la capilla que en su nombre tenía fabricada; y, persuadiéndole a que sacase él un cajón y dejase el otro, probaron a que caminase el carretón, y no se pudo mover de su lugar; volvieron a hacer la diligencia de sacar el cajón que había quedado y cargar el que habían bajado, y entonces se movió dicho carretón sin impedimento alguno; quedando el dueño muy contento con la imagen que se llevo, dejando la otra en el paraje, donde le mostraba quererse quedar.
Ésta es la imagen de Nuestra Señora de Luján, que estuvo muchos años en lo de dicho Rosendo, en un oratorio muy corto, y muy venerada la imagen de todo el pago. y dicho Rosendo dedicó un negro, llamado Manuel, al culto de dicha imagen, quien cuidaba de la lámpara de dicha Señora, que incesantemente ardía.
Y con el trascurso del tiempo y muerto el dueño de aquella estancia vino a quedar en casi despoblado. Y por ser mucha la frecuencia de devotos, que acudían movidos de sus muchos milagros, y no tener en dicha estancia dónde albergarse, pidió una señora. doña Ana de Matos, le diesen dicha imagen que la llevaría a su hacienda, que estaba en dicho río y colocóla en un oratorio; y con la asistencia y fervor del capellán don Pedro Montalbo y del mayordomo, don Manuel Casco de Mendoza, se enfervorizó la devoción de todo el pago y aun de las provincias remotas y se pusieron a fabricar la capilla, que hasta hoy permanece.


Responsorio

R. Dichosa eres, santa Virgen María, y digna de toda alabanza. * De ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios, por quien hemos sido salvados y redimidos. Aleluya.
V. Celebremos con gozo esta fiesta de santa María Virgen.
R. De ti nació el sol de justicia. Cristo, nuestro Dios, por quien hemos sido salvados y redimidos. Aleluya.


PRECES

Elevemos nuestras súplicas a Cristo, el Salvador del mundo que quiso darnos todos los bienes por mediación de María, y digámosle:

Escucha, Señor, nuestras plegarias.

Bendito seas, Señor, que en tu inmensa bondad quisiste que tu Madre pusiera su trono en nuestras pampas, a orillas del río Luján, mira a tu pueblo que clama a ti y concédele los dones de la prosperidad y la paz.

Bendito seas, Señor, que quisiste mostrar tus favores primero a los humildes y sencillos, alivia a los necesitados, da pan a los hambrientos, consuelo a los afligidos, salud a los enfermos.

Bendito seas, Señor, que quisiste darnos un ejemplo de fidelidad y piedad en la persona del negro Manuel, haz que imitemos su sencillez y sepamos ser serviciales con nuestros hermanos.

Bendito seas, Señor, que por María abriste en Luján una fuente de gracia y bendición, mira a tu Iglesia, a nuestro santo padre, el papa Benedicto XVI , a nuestros obispos, sacerdotes, gobernantes y pueblo, y conserva a todos en la unidad de la fe y la caridad.

Bendito seas, Señor, que constituiste a tu Madre señora y protectora de nuestra Patria, que su patrocinio nos alcance en la tierra los bienes que necesitamos y que un día gocemos de las alegrías eternas del cielo.

"Soy de la Virgen, nomás"

EL NEGRO MANUEL

Rosendo [el paisano de Luján, amigo del cordobés que encargó la imagen de la Virgen] dedicó un negro llamado Manuel al culto de la Imagen quien había sido testigo del milagro. Hacia el año 1638 Manuel contrae matrimonio con una mujer criolla, llamada Beatriz, esclava de la familia González Filiano. El matrimonio fue celebrado en la humilde Ermita de la Concepción del río Luján. Beatriz fue una fiel compañera del negro Manuel y lo secundó plenamente en el empeño por mantener vivo el culto a la Santísima Virgen en la apartada Ermita de Rosendo. Beatriz falleció antes de 1670.
Del Negro Manuel, dicen las crónicas hacia el año 1648, que era de “una rara calidez y simplicidad” y que cumplió fielmente el encargo que recibiera de su primitivo amo, el conductor de las Santas Imágenes, al decirle “que era de la Virgen y que no tenía otro amo a quien servir que a la Virgen Santísima”, [por eso él solía decir: “Soy de la Virgen, nomás”]. Por su fe en Dios el negro Manuel “con el sebo de las velas que ardían en presencia de la Santa Imagen de María Santísima obraba prodigiosas curaciones en varios enfermos que de partes diferentes concurrían a la Capilla”: Tales curaciones las cumplía el negro esclavo sin llamar la atención de nadie, más que de la gente sencilla y devota de la Santa Virgen.
Hacia 1681, cuando todavía la Santa Imagen de la Virgen se hallaba en el Oratorio de Doña Matos y se estaba levantando la Capilla, ocurren hechos milagrosos sobre el negro Manuel que hallaba a la Virgen Santísima llena de rocío muchas mañanas, y con abrojos en el vestuario, y que empezaba él a decirle que qué necesidad tenía de salirse de su nicho, siendo poderosa para obrar cualquier maravilla, sin salirse de él. Y también esta otra frase que se le apropia “¿Cómo es que sos tan amiga de los pecadores, que salís en busca de ellos, cuando ves que te tratan tan mal?
Su muerte acaeció probablemente en 1686. “Murió el Negro Manuel en santidad, por cuyo mérito es tradición que logró su cuerpo sepultura detrás del Altar Mayor del Santuario, descansando a los pies de su bien amada Imagen de Nuestra Señora de Luján”

“El negro Manuel vestido de un costal a raíz de las carnes, y criando barba larga a manera de ermitaño, ayudó no poco a la prosecución de la obra de la Capilla, y después continuó en servicio de la gran Señora hasta la ancianidad decrépita. Hallándose en la última enfermedad dijo un día que su Ama le había revelado que había de Morir en viernes y que el Sábado siguiente lo llevaría a la gloria. En efecto, su muerte aconteció el día mismo que había dicho.”
Cuidó Manuel de la Ermita,
con esmero y alegría;
siempre brillante, con flores
y con luces encendidas.

La historia no te ha olvidado,
Manuel, varón de color.

viernes, 7 de mayo de 2010

Celebración ciudadana por el Bicentenario

Mañana 8 de mayo a las 15, el Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal Argentina, invita a todos los argentinos a realizar un gesto nacional para celebrar el Bicentenario.

El mismo consiste en encender una vela y en rezar una oración por la Patria.

Bajo el lema “Con María, construyamos una Patria para todos”, el Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal Argentina (DEPLAI), convoca a la misma hora a todo el país a encender una vela, que simbolizará el pedido de una luz nueva de Esperanza para la Argentina, y a rezar una oración por la Patria (un Padrenuestro y un Avemaría), por lo que se sugiere que se haga en todas las plazas, en todos los hogares y en todas las calles del país.
Ese día, la celebración tendrá su punto central en la plaza frente a la Basílica de Luján, con una misa presidida por el cardenal Jorge Bergoglio y luego se realizará una celebración ciudadana con la presencia de otros credos. Allí se espera el arribo de numerosas delegaciones de parroquias, colegios, movimientos y asociaciones de la Ciudad de Buenos Aires y de toda la provincia de Buenos Aires.


Podés ver el acto de Luján en directo a partir de las 14,30 de mañana sábado 8 de mayo por www.c21tv.com.ar el canal de la Arquidiócesis de Buenos Aires.

Podés escucharlo en http://www.radiomaria.org.ar/ y también en www.cadenamarianadelafe.com.ar


ORACIÓN POR LA PATRIA

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Nos sentimos heridos y agobiados.
Precisamos tu alivio y fortaleza.
Queremos ser nación,
una nación cuya identidad
sea la pasión por la verdad
y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad
de los hijos de Dios
para amar a todos sin excluir a nadie,
privilegiando a los pobres
y perdonando a los que nos ofenden,
aborreciendo el odio y construyendo la paz.
Concédenos la sabiduría del diálogo
y la alegría de la esperanza que no defrauda.
Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor,
cercanos a María, que desde Luján nos dice:
¡Argentina! ¡Canta y camina!
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Amén.