martes, 12 de octubre de 2010

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia


A mediados del 2004 se presentó el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, elaborado por el Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, siguiendo las indicaciones hechas por el amado y recordado Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Ecclesia in America. De la Introducción del Compendio tomo aquí unos pocos números que se refieren a su significado y más abajo, brevemente y de la presentación del Compendio a la Prensa en Roma por el Card. Martino, su estructura. Conviene de tanto en tanto recordarnos o quizá enterarnos de que están a nuestra disposición estos trabajos. En el sitio del Vaticano encuentras este Compendio:

http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/index_sp.htm

El significado del Compendio
7 El cristiano sabe que puede encontrar en la doctrina social de la Iglesia los principios de reflexión, los criterios de juicio y las directrices de acción como base para promover un humanismo integral y solidario. Difundir esta doctrina constituye, por tanto, una verdadera prioridad pastoral, para que las personas, iluminadas por ella, sean capaces de interpretar la realidad de hoy y de buscar caminos apropiados para la acción: «La enseñanza y la difusión de esta doctrina social forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia».
En esta perspectiva, se consideró muy útil la publicación de un documento que ilustrase las líneas fundamentales de la doctrina social de la Iglesia y la relación existente entre esta doctrina y la nueva evangelización. El Pontificio Consejo «Justicia y Paz», que lo ha elaborado y del cual asume plenamente la responsabilidad, se ha servido para esta obra de una amplia consulta, implicando a sus Miembros y Consultores, algunos Dicasterios de la Curia Romana, las Conferencias Episcopales de varios países, Obispos y expertos en las cuestiones tratadas.
8 Este documento pretende presentar, de manera completa y sistemática, aunque sintética, la enseñanza social, que es fruto de la sabia reflexión magisterial y expresión del constante compromiso de la Iglesia, fiel a la Gracia de la salvación de Cristo y a la amorosa solicitud por la suerte de la humanidad. Los aspectos teológicos, filosóficos, morales, culturales y pastorales más relevantes de esta enseñanza se presentan aquí orgánicamente en relación a las cuestiones sociales. De este modo se atestigua la fecundidad del encuentro entre el Evangelio y los problemas que el hombre afronta en su camino histórico...
9 El documento presenta un cuadro de conjunto de las líneas fundamentales del «corpus» doctrinal de la enseñanza social católica. Este cuadro permite afrontar adecuadamente las cuestiones sociales de nuestro tiempo, que exigen ser tomadas en consideración con una visión de conjunto, porque son cuestiones que están caracterizadas por una interconexión cada vez mayor, que se condicionan mutuamente y que conciernen cada vez más a toda la familia humana. La exposición de los principios de la doctrina social pretende sugerir un método orgánico en la búsqueda de soluciones a los problemas, para que el discernimiento, el juicio y las opciones respondan a la realidad y para que la solidaridad y la esperanza puedan incidir eficazmente también en las complejas situaciones actuales. Los principios se exigen y se iluminan mutuamente, ya que son una expresión de la antropología cristiana, fruto de la Revelación del amor que Dios tiene por la persona humana. Considérese debidamente, sin embargo, que el transcurso del tiempo y el cambio de los contextos sociales requerirán una reflexión constante y actualizada sobre los diversos temas aquí expuestos, para interpretar los nuevos signos de los tiempos.
10 El documento se propone como un instrumento para el discernimiento moral y pastoral de los complejos acontecimientos que caracterizan nuestro tiempo; como una guía para inspirar, en el ámbito individual y colectivo, los comportamientos y opciones que permitan mirar al futuro con confianza y esperanza; como un subsidio para los fieles sobre la enseñanza de la moral social. De él podrá surgir un compromiso nuevo, capaz de responder a las exigencias de nuestro tiempo, adaptado a las necesidades y los recursos del hombre; pero sobre todo, el anhelo de valorar, en una nueva perspectiva, la vocación propia de los diversos carismas eclesiales con vistas a la evangelización de lo social, porque « todos los miembros de la Iglesia son partícipes de su dimensión secular ». El texto se propone, por último, como ocasión de diálogo con todos aquellos que desean sinceramente el bien del hombre.

Estructura del Compendio.
Después de la Introducción, siguen tres partes:
La primera, trata sobre los presupuestos fundamentales de la doctrina social: [1]. el designio de Amor de Dios para los hombres, [2]. la misión de la Iglesia y la doctrina social, [3]. la persona humana y sus derechos, y [4]. los principios de la doctrina social.
La segunda, trata sobre los contenidos y los temas clásicos de la doctrina social: [1]. la familia, [2]. el trabajo humano, [3]. la vida económica, [4]. la comunidad política, [5]. la comunidad internacional, [6]. la salvaguarda del medio ambiente y [7]. la promoción de la paz.
La tercera, contiene una serie de indicaciones para la utilización de la doctrina social en la praxis pastoral de la Iglesia y en la vida de los cristianos, sobre todo de los fieles laicos.
La Conclusión, titulada "Para una civilización del amor", resume la idea de fondo de todo el documento.
La obra se completa con amplios índices, utilísimos y fáciles de consultar.

Tomado de:
Conferencia de prensa para la presentación del "Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia" - Intervención del Card. Renato Raffaele Martino (25 de octubre de 2004)
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/index_sp.htm

Es bueno, finalmente, tener presente que para orar, emprender los trabajos pastorales, los encuentros o los compromisos de testimonio la invocación del Espíritu Santo, nos abre a recibir su sabiduría y su fortaleza, su caridad.

lunes, 11 de octubre de 2010

Liturgia de las Horas


Suba como incienso mi oración en tu presencia

Del Oficio de lectura de hoy, te comparto la segunda lectura. El Oficio de lectura pertenece a la Liturgia de las Horas.La Liturgia de las Horas, como las demás acciones litúrgicas, no es una acción privada, sino que pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia, lo manifiesta e influye en él.” nos dicen los documentos preliminares, entre otras muchas cosas. Cada día puedes encontrar Laudes, Vísperas y Completas y además el Oficio de lectura, Tercia, Sexta, y Nona en el sitio del que te dejo el link aquí -en Inicio ellos ponen una introducción; para más detalles, en el mismo sitio, puedes ver: Acerca del rezo del Oficio-. Es un modo muy hermoso de orar. Está lleno de la Palabra; oras con Cristo, oras en Él, al hacerlo en la Iglesia; consagras las horas del día al Señor; prolongas la celebración de la Misa del domingo durante la semana; la constancia te irá conformando con Jesús a quien prestas tu voz para hablarle al Padre sin dejar de ser vos el/la que ora y en tu corazón el Espíritu; que viene en tu ayuda y te abre los labios cuando se lo pides, y sólo con Él podrás hacerlo bien. Para familiarizarte con la Liturgia de las Horas puedes acercarte a una comunidad religiosa, ellos/ellas la rezan a diario; o al padre de tu Parroquia, o a lo mejor tienes cerca un hermano de tu comunidad que ya lo hace. Es sencillo rezarla y fácil de aprender.
http://www.liturgiadelashoras.com.ar/ 
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De la carta de san Agustín, obispo, a Proba
(Carta 130, 9, 18--10, 20: CSEL 44, 60-63)
Debemos en ciertos momentos amonestarnos a nosotros mismos con la oración vocal.

Deseemos siempre la vida dichosa y eterna, que nos dará nuestro Dios y Señor, y así estaremos siempre orando. Pero, con objeto de mantener vivo este deseo, debemos, en ciertos momentos, apartar nuestra mente de las preocupaciones y quehaceres que, de algún modo, nos distraen de él y amonestarnos a nosotros mismos con la oración vocal, no fuese caso que si nuestro deseo empezó a entibiarse llegara a quedar totalmente frío y, al no renovar con frecuencia el fervor, acabara por extinguirse del todo.
Por eso, cuando dice el Apóstol: Presentad públicamente vuestras peticiones a Dios, no hay que entender estas palabras como si se tratara de descubrir a Dios nuestras peticiones, pues él continuamente las conoce, aun antes de que se las formulemos; estas palabras significan, más bien, que debemos descubrir nuestras peticiones a nosotros mismos en presencia de Dios, perseverando en la oración, sin mostrarlas ante los hombres por vanagloria de nuestras plegarias.
Como esto sea así, aunque ya en el cumplimiento de nuestros deberes, como dijimos, hemos de orar siempre con el deseo, no puede considerarse inútil y vituperable el entregarse largamente a la oración, siempre y cuando no nos lo impidan otras obligaciones buenas y necesarias. Ni hay que decir, como algunos piensan, que orar largamente sea lo mismo que orar con vana palabrería. Una cosa, en efecto, son las muchas palabras y otra cosa el afecto perseverante y continuado. Pues del mismo Señor está escrito que pasaba la noche en oración y que oró largamente; con lo cual, ¿qué hizo sino darnos ejemplo, al orar oportunamente en el tiempo, aquel mismo que, con el Padre, oye nuestra oración en la eternidad?
Se dice que los monjes de Egipto hacen frecuentes oraciones, pero muy cortas, a manera de jaculatorias brevísimas, para que así la atención, que es tan sumamente necesaria en la oración, se mantenga vigilante y despierta y no se fatigue ni se embote con la prolijidad de las palabras. Con esto nos enseñan claramente que así como no hay que forzar la atención cuando no logra mantenerse despierta, así tampoco hay que interrumpirla cuando puede continuar orando.
Lejos, pues, de nosotros la oración con vana palabrería; pero que no falte la oración prolongada, mientras persevere ferviente la atención. Hablar mucho en la oración es como tratar un asunto necesario y urgente con palabras superfluas. Orar, en cambio, prolongadamente es llamar con corazón perseverante y lleno de afecto a la puerta de aquel que nos escucha. Porque con frecuencia la finalidad de la oración se logra más con lágrimas y llantos que con palabras y expresiones verbales. Porque el Señor recoge nuestras lágrimas en su odre y a él no se le ocultan nuestros gemidos, pues todo lo creó por medio de aquel que es su Palabra, y no necesita las palabras humanas.

lunes, 4 de octubre de 2010

san Francisco de Asís - 4 de octubre

La verdadera y perfecta alegría

Preguntamos a san Francisco de Asís, hoy 4 de octubre, día en que lo recordamos y celebramos cuál es la perfecta y verdadera alegría. Del dulce, pobre y humilde Francisco quedó lo que nos responde en dos relatos referidos al mismo episodio. Uno –el más extenso- pertenece a las famosas Florecillas -Capítulo VIII- y el otro más breve, y por esto considerado como más antiguo, tomado de un manuscrito de fray Leonardo de Asís. Éste último lo puedes gustar aquí y aprovecharlo para tu edificación. La traducción está tomada de los Escritos y Biografías de san Francisco, en español, obra que coordinó el Hno José Antonio Guerra OFM

LA VERDADERA Y PERFECTA ALEGRÍA
Cierto día el bienaventurado Francisco, estando en Santa María, llamó al hermano León y le dijo:
– Hermano León, escribe.
El cual respondió:
– Ya estoy listo.
– Escribe –le dijo– cuál es la verdadera alegría.
Llega un mensajero y dice que todos los maestros de París han venido a la Orden. Escribe: «No es verdadera alegría.»
Y también que han venido a la Orden todos los prelados ultramontanos, arzobispos y obispos; que también el rey de Francia y el rey de Inglaterra. Escribe: «No es verdadera alegría.»
Igualmente, que mis hermanos han ido a los infieles y han convertido a todos ellos a la fe. Además, que he recibido yo de Dios una gracia tan grande, que curo enfermos y hago muchos milagros: Te digo que en todas estas cosas no está la verdadera alegría.
Pero ¿cuál es la verdadera alegría?
Vuelvo de Perusa y, ya de noche avanzada, llego aquí, es tiempo de invierno, todo está embarrado y el frío es tan grande, que en los bordes de la túnica se forman carámbanos [*] de agua fría congelada, que hacen heridas en las piernas, hasta brotar sangre de las mismas.
Y todo embarrado, helado y aterido, me llego a la puerta; y, después de estar buen rato tocando y llamando, acude el hermano y pregunta:
- ¿Quién es?
Yo respondo:
- El hermano Francisco.
Y él dice:
- Largo de aquí. No es hora decente para andar de camino. Aquí no entras.
Y, al insistir yo de nuevo, contesta:
- Largo de aquí. Tú eres un simple y un ignorante. Ya no vas a venir con nosotros. Nosotros somos tantos y tales, que no te necesitamos.
Y yo vuelvo a la puerta y digo:
- Por amor de Dios, acogedme por esta noche.
Y él responde:
- No me da la gana. Vete al lugar de los Crucíferos y pide allí.
Te digo: si he tenido paciencia y no he perdido la calma, en esto está la verdadera alegría y también la verdadera virtud y el bien del alma.

[*] Pedazo de hielo más o menos largo y puntiagudo que se va formando al helarse el agua que gotea.
En la entrada del 2 de octubre del 2009 (buscar en el Archivo del blog), encuentras las oraciones de la Misa de la Solemnidad de san Francisco de Asís.