El fervor del recogimiento en las veces que era oportuno y necesario, como la expresión gozosa y festiva de los frutos de conversión y del agradecimiento al Amor del Señor por don tan grande, decían de las mociones del alma de muchos y del sereno y alegre devenir de la convivencia de la comunidad vividos sobretodo en las celebraciones, preparadas con delicadeza y diligencia, del Triduo Santo. La Liturgia vigorosa en el Misterio nos acogió en su fiesta ofreciéndonos el Encuentro que nos da la Vida.
Las comunicaciones y los encuentros que viví también en otras comunidades, en este tiempo hondamente festivo y esperanzador y especialmente en la octava que prolonga el gran Domingo, me vuelven agradecido, humilde y dan al corazón el entusiasmo de la alabanza y así en su fragilidad se hace del aliento que infunde el Espíritu para vivir en la comunión fraterna los servicios que concretan en el Silencio y con gestos cotidianos -“lavando los pies”- los misterios celebrados.
Cada mañana el sol con su luz y su calidez nos despierta a los trajines diarios; que también “el Sol que nace de lo alto”, en el alba de cada día nos despierte con su Amor el corazón, las manos y los pies que trajinan al encuentro del Señor en los más pequeños, humildes y necesitados de sus hermanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario