jueves, 6 de octubre de 2011
Steve Jobs en la Universidad de Stanford - 2005
Nos ha dejado ayer un importante inventor de nuevas tecnologías de la comunicación en el campo de la cultura digital. A los 56 años y rodeado de su familia acabó sus días sereno. De su experiencia de vida cuenta tres síntesis en la Conferencia del 2005 en la Universidad de Stanford ante los graduados de ese año. Concentrado en pensar nuevas tecnologías y desarrollar productos novedosos la mayor parte de sus días se vió quizá limitado en la relación con las personas en sus empresas, igualmente lo escuchamos y aprovecho para recordar el Mensaje sobre las Comunicaciones Sociales de Benedicto XVI, que les comparto más abajo.
Steve Jobs
Ante los cambios de la era digital, Benedicto XVI, reflexiona en su Mensaje para la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones de este año 2011. Lo podés encontrar completo en http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/communications/index_sp.htm
Aquí te comparto algunos párrafos.
Transformación cultural
Las nuevas
tecnologías no modifican sólo el modo de comunicar, sino la comunicación en sí
misma, por lo que se puede afirmar que nos encontramos ante una vasta
transformación cultural. Junto a ese modo de difundir información y
conocimientos, nace un nuevo modo de aprender y de pensar, así como nuevas
oportunidades para establecer relaciones y construir lazos de comunión.
Al servicio integral de la persona
Como todo fruto del
ingenio humano, las nuevas tecnologías de comunicación deben ponerse al
servicio del bien integral de la persona y de la humanidad entera. Si se usan
con sabiduría, pueden contribuir a satisfacer el deseo de sentido, de verdad y
de unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del ser humano.
Revaloración del acto de comunicar
Transmitir
información en el mundo digital significa cada vez más introducirla en una red
social, en la que el conocimiento se comparte en el ámbito de intercambios
personales. Se relativiza la distinción entre el productor y el consumidor de
información, y la comunicación ya no se reduce a un intercambio de datos, sino
que se desea compartir. Esta dinámica ha contribuido a una renovada valoración
del acto de comunicar, considerado sobre todo como diálogo, intercambio,
solidaridad y creación de relaciones positivas. Por otro lado, todo ello
tropieza con algunos límites típicos de la comunicación digital: una
interacción parcial, la tendencia a comunicar sólo algunas partes del propio
mundo interior, el riesgo de construir una cierta imagen de sí mismos que suele
llevar a la autocomplacencia.
Posibles riesgos
Las nuevas
tecnologías permiten a las personas encontrarse más allá de las fronteras del
espacio y de las propias culturas, inaugurando así un mundo nuevo de amistades
potenciales. Ésta es una gran oportunidad, pero supone también prestar una
mayor atención y una toma de conciencia sobre los posibles riesgos. ¿Quién es
mi "prójimo" en este nuevo mundo? ¿Existe el peligro de estar menos
presentes con quien encontramos en nuestra vida cotidiana ordinaria? ¿Tenemos
el peligro de caer en la dispersión, dado que nuestra atención está fragmentada
y absorta en un mundo "diferente" al que vivimos? ¿Dedicamos tiempo a
reflexionar críticamente sobre nuestras decisiones y a alimentar relaciones
humanas que sean realmente profundas y duraderas? Es importante recordar
siempre que el contacto virtual no puede y no debe sustituir el contacto humano
directo, en todos los aspectos de nuestra vida.
Autenticidad
También en la era
digital, cada uno siente la necesidad de ser una persona auténtica y reflexiva.
Además, las redes sociales muestran que uno está siempre implicado en aquello
que comunica. Cuando se intercambian informaciones, las personas se comparten a
sí mismas, su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales. Por eso, puede
decirse que existe un estilo cristiano de presencia también en el mundo
digital, caracterizado por una comunicación franca y abierta, responsable y
respetuosa del otro. Comunicar el Evangelio a través de los nuevos medios
significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos en las plataformas
de los diversos medios, sino también dar testimonio coherente en el propio
perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que
sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable
explícitamente de él. Asimismo, tampoco se puede anunciar un mensaje en el
mundo digital sin el testimonio coherente de quien lo anuncia. En los nuevos
contextos y con las nuevas formas de expresión, el cristiano está llamado de
nuevo a responder a quien le pida razón de su esperanza (cf. 1 P 3,15).
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