lunes, 21 de diciembre de 2015

Oración - Monseñor Ken Untener

Bishop Ken Untener of Saginaw
La oración de la entrada anterior, compartida por Papa Francisco fue escrita por Monseñor Ken Utener Obispo de Saginaw y fue utilizada por el Cardenal John Dearden Obispo de Detroit en las exequias de su amigo Monseñor Utener. Fue atribuída a Monseñor Oscar Romero Obispo de San Salvador. Los tres ya fallecidos, los tres con fuerte compromiso con la cuestión social. Abajo la versión en inglés:


A Step Along the Way
It helps, now and then, to step back and take a long view.
The kingdom is not only beyond our efforts, it is even beyond our vision.
We accomplish in our lifetime only a tiny fraction of the magnificent enterprise that is God’s work. Nothing we do is complete, which is a way of saying that the Kingdom always lies beyond us.
No statement says all that could be said.
No prayer fully expresses our faith.
No confession brings perfection.
No pastoral visit brings wholeness.
No program accomplishes the Church’s mission.
No set of goals and objectives includes everything.
This is what we are about.
We plant the seeds that one day will grow.
We water seeds already planted, knowing that they hold future promise.
We lay foundations that will need further development.
We provide yeast that produces far beyond our capabilities.
We cannot do everything, and there is a sense of liberation in realizing that.
This enables us to do something, and to do it very well.
It may be incomplete, but it is a beginning, a step along the way, an opportunity for the Lord’s grace to enter and do the rest.
We may never see the end results, but that is the difference between the master builder and the worker.
We are workers, not master builders; ministers, not messiahs.
We are prophets of a future not our own. Amen.

Oración atribuída a Monseñor Romero

Sermón de la montaña - Mateo 5-7
 
En la mañana de hoy en la Sala Clementina, Papa Francisco se dirigió a los trabajadores de la Curia romana; de esa alocución tomamos lo que sigue.
Queridos hermanos
La misericordia no es un sentimiento pasajero, sino la síntesis de la Buena Noticia; es la opción de los que quieren tener los sentimientos del Corazón de Jesús, de quien quiere seriamente seguir al Señor, que nos pide: «Sed misericordiosos como vuestro Padre» (Mt 5,48; Lc 6,36). El Padre Hermes Ronchi dice: «Misericordia: escándalo para la justicia, locura para la inteligencia, consuelo para nosotros, los deudores. La deuda de existir, la deuda de ser amados, sólo se paga con la misericordia».
Así pues, que sea la misericordia la que guíe nuestros pasos, la que inspire nuestras reformas, la que ilumine nuestras decisiones. Que sea el soporte maestro de nuestro trabajo. Que sea la que nos enseñe cuándo hemos de ir adelante y cuándo debemos dar un paso atrás. Que sea la que nos haga ver la pequeñez de nuestros actos en el gran plan de salvación de Dios y en la majestuosidad y el misterio de su obra.
Para ayudarnos a entender esto, dejémonos asombrar por la bella oración, comúnmente atribuida al beato Oscar Arnulfo Romero, pero que fue pronunciada por primera vez por el Cardenal John Dearden:
De vez en cuando, dar un paso atrás nos ayuda
a tomar una perspectiva mejor.
El Reino no sólo está más allá de nuestros esfuerzos,
sino incluso más allá de nuestra visión.
Durante nuestra vida, sólo realizamos una minúscula parte
de esa magnífica empresa que es la obra de Dios.
Nada de lo que hacemos está acabado,
lo que significa que el Reino está siempre ante nosotros.
Ninguna declaración dice todo lo que podría decirse.
Ninguna oración puede expresar plenamente nuestra fe.
Ninguna confesión trae la perfección,
 ninguna visita pastoral trae la integridad.
Ningún programa realiza la misión de la Iglesia.
En ningún esquema de metas y objetivos se incluye todo.
Esto es lo que intentamos hacer:
plantamos semillas que un día crecerán;
regamos semillas ya plantadas,
sabiendo que son promesa de futuro.
Sentamos bases que necesitarán un mayor desarrollo.
Los efectos de la levadura que proporcionamos
van más allá de nuestras posibilidades.
No podemos hacerlo todo y, al darnos cuenta de ello,
sentimos una cierta liberación.
Ella nos capacita a hacer algo, y a hacerlo muy bien.
Puede que sea incompleto, pero es un principio,
un paso en el camino,
una ocasión para que entre la gracia del Señor y haga el resto.
Es posible que no veamos nunca los resultados finales,
pero esa es la diferencia entre el jefe de obras y el albañil.
Somos albañiles, no jefes de obra, ministros, no el Mesías.
Somos profetas de un futuro que no es nuestro.
Y con estos pensamientos, con estos sentimientos, os deseo una feliz y santa Navidad, y os pido que recéis por mí. Gracias.