ANTIFONA DE ENTRADA
Alegrémonos en el Señor, al celebrar esta fiesta en honor de nuestro Padre San Francisco. Los ángeles se regocijan por esta solemnidad y alaban al Hijo de Dios.
ORACION DE LA ASAMBLEA
Señor, que diste a nuestro seráfico Padre San Francisco la gracia de configurarse con Cristo por la pobreza y la humildad: concédenos que, imitando sus virtudes, podamos seguir a tu Hijo, y unirnos a ti en la alegría de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Francisco fue como el sol que brilla sobre el Templo de Dios.
Lectura del libro del Eclesiástico 50, 1.3-7
Este es el que durante su vida restauró la Casa y en sus días consolidó el Santuario. En sus días fue excavado el depósito de las aguas, un estanque amplio como el mar. Preocupado por preservar a su pueblo de la caída, fortificó la ciudad contra el asedio. ¡Qué glorioso era, rodeado de su pueblo, cuando salía detrás del velo! Como el lucero del alba en medio de nubes, como luna en su plenilunio, como sol resplandeciente sobre el Templo del Altísimo.
SALMO RESPONSORIAL 15, 1-2a.5. 7-8. 11
R. ¡Tú eres mi herencia, Señor!
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti,
Yo digo al Señor: «Señor, Tú eres mi bien».
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡Tú decides mi suerte! R.
Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:
Él está a mi lado, nunca vacilaré. R.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna
a tu derecha. R.
SEGUNDA LECTURA
Por Cristo el mundo está crucificado para mí,
como yo lo estoy para el mundo.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Galacia 6,14-18
Hermanos:
Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo.
Estar circuncidado o no estarlo, no tiene ninguna importancia: lo que importa es ser una nueva criatura. Que todos los que practican esta norma tengan paz y misericordia, lo mismo que el Israel de Dios.
Que nadie me moleste en adelante: yo llevo en mi cuerpo las cicatrices de Jesús.
Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes. Amén.
SECUENCIA
Esta secuencia puede decirse a voluntad, ya sea íntegra o ya sea abreviada desde las palabras: * Francisco, por las señales de Cristo.
En Francisco se han manifestado signos nuevos de santidad, maravillosos y benéficos, dignos de ensalzarse.
Los seguidores de la nueva Orden reciben un nuevo código de leyes: es el mensaje del Señor que adquiere una nueva expresión a través de Francisco.
Surge una nueva Orden, un modo de vivir nuevo, inaudito para el mundo, pero que no es más que una restauración de la vida evangélica.
La nueva ley se conforma a la de Cristo y alcanza las cumbres de la vida apostólica.
Vestido de tosco sayal y ceñido de ruda cuerda, le tiene sin cuidado la apariencia. Austero en la comida, lleva descalzos sus pies.
Francisco anhela tan sólo la pobreza, las cosas terrenas no le interesan, desecha lo mundano y desprecia el dinero.
Busca lugar propicio para las lágrimas; acalla el ruido para que la contrición florezca en su corazón, y llora el precioso tiempo malgastado en el mundo.
Se refugia en una cueva de la montaña donde llora y reza postrado ante el Señor. Pero en la lobreguez de esa prisión su espíritu se serena.
Y allí, con las rocas por techumbre, absorto en lo divino, con la entera libertad de un juez imparcial, se decide a abandonar lo terreno y opta por lo celestial.
Impone ruda penitencia a su cuerpo, que llega a transfigurarse. Tiene en menos el alimento corporal que el que le ofrece la sagrada Escritura.
Bajo la forma de un príncipe celestial desciende de lo alto el Rey supremo. El Patriarca se estremece ante tal visión que lo deja hondamente impresionado.
Lleva aquél las señales de Cristo, y mientras Francisco, compasivo y silencioso, medita en la Pasión, recibe impresas las llagas.
Queda marcado su cuerpo, heridos pies y manos, abierto el costado y todo él purpurado en sangre.
Surge entonces el diálogo y se le revelan misterios: por celestial inspiración conoce el Santo cosas futuras.
Aparecen de repente clavos maravillosos en su cuerpo, negros por fuera y rojos por dentro. Experimenta Francisco un dolor vehemente: son los tormentos de la crucifixión que comparte con Cristo.
Estas heridas no afloran por obra de arte alguno. Ni la naturaleza ni golpes de martillo han provocado las hendiduras de esos clavos.
* Francisco, por las señales de Cristo que llevaste en tu cuerpo y con las que venciste victoriosamente al mundo, a la carne y al demonio, protégenos en las adversidades y haz que logremos alcanzar la gloria celestial.
Padre piadoso, Padre santo: que por tu intercesión, el pueblo devoto, con todos tus hijos, consigan el premio eterno.
Haz partícipes de la compañía de los elegidos a quienes conforman su vida con la tuya, y que la gran familia de los Hermanos Menores culmine su existencia en la eterna alegría del Cielo.
Amén.
ALELUIA Cf. Mt 11,25
Aleluia, aleluia
El pobre y humilde Francisco ingresa rico al Cielo en medio de aclamaciones y cánticos.
Aleluia.
EVANGELIO
Habiendo ocultado estas cosas a los sabios,
las has revelado a los pequeños.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo 11, 25-30
Jesús dijo:
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Al presentarte estas ofrendas, te pedimos, Señor, que nos prepares a celebrar debidamente el misterio de la cruz, al que nuestro Padre san Francisco se unió con tanto fervor. Por Jesucristo nuestro Señor.
PREFACIO
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu
Levantemos el corazón
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
Realmente es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que por el camino de la altísima pobreza y de la humildad llevaste a tu siervo Francisco a la cumbre de la perfección evangélica.
Al que por su encendido amor seráfico le hiciste gozar con inefable alegría de las obras de tus manos y, honrado con las sagradas llagas, nos lo muestras como trasunto de nuestro Señor Jesucristo crucificado.
Por El adoran tu grandeza todos los ángeles, y todos los coros celestiales celebran tu gloria unidos en una misma alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Cfr. 1 Pe. 4,13
Alégrense de poder compartir los sufrimientos de Cristo, para que cuando se manifieste su gloria, ustedes también se llenen de gozo y alegría.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Por este sacramento recibido, te pedimos Señor, que, imitando la caridad y el celo apostólico de nuestro Padre san Francisco, experimentemos los efectos de tu amor y nos prodiguemos en favor de la salvación de todos los hombres. Por Jesucristo nuestro Señor.
EL AMOR NO ES AMADO,
¡AMEN AL AMOR!