domingo, 19 de septiembre de 2010

Beato John Henry Cardinal Newman

Beato John Henry Cardinal Newman

Hoy en Birmingham, en la Eucaristía de este domingo 19 de setiembre, el Papa Benedicto XVI beatificó al cardenal Newman. Como día para celebrarlo estableció el 9 de octubre. Esta es también la fecha del cumple de nuestro querido hermano Carlos, hermano en la familia de sangre, “para los íntimos” -como se dice- Arlit, así mismo se me viene pronto su especial recuerdo y afecto a nuestros antepasados ingleses, entre otros, que conforman también la enriquecida identidad familiar, los White. Qué feliz coincidencia, qué bueno para él este nuevo patrono, fuerte en el intelecto, y a la vez orante de profunda fe y cálido y diligente pastor, inscrito en la tradición de santos de la iglesia de la isla que como dice el Papa, son de “delicada erudición, profunda sabiduría humana y amor intenso por el Señor”. Encuentran aquí una reflexión orada, breve, del nuevo Beato sobre Dios que es el amor, God is love y también un par de párrafos de la Homilía de la Misa de Beatificación, de hoy.

Párrafos de la Homilía de Benedicto XVI en la Misa de Beatificación del Cardenal Newman.
Cofton Park de Rednal - Birmingham. Domingo 19 de setiembre de 2010.

El lema del Cardenal Newman, cor ad cor loquitur, “el corazón habla al corazón”, nos da la perspectiva de su comprensión de la vida cristiana como una llamada a la santidad, experimentada como el deseo profundo del corazón humano de entrar en comunión íntima con el Corazón de Dios. Nos recuerda que la fidelidad a la oración nos va transformando gradualmente a semejanza de Dios. Como escribió en uno de sus muchos hermosos sermones, «el hábito de oración, la práctica de buscar a Dios y el mundo invisible en cada momento, en cada lugar, en cada emergencia –os digo que la oración tiene lo que se puede llamar un efecto natural en el alma, espiritualizándola y elevándola. Un hombre ya no es lo que era antes; gradualmente... se ve imbuido de una serie de ideas nuevas, y se ve impregnado de principios diferentes» (Sermones Parroquiales y Comunes, IV, 230-231). El Evangelio de hoy afirma que nadie puede servir a dos señores (cf. Lc 16,13), y el Beato John Henry, en sus enseñanzas sobre la oración, aclara cómo el fiel cristiano toma partido por servir a su único y verdadero Maestro, que pide sólo para sí nuestra devoción incondicional (cf. Mt 23,10). Newman nos ayuda a entender en qué consiste esto para nuestra vida cotidiana: nos dice que nuestro divino Maestro nos ha asignado una tarea específica a cada uno de nosotros, un “servicio concreto”, confiado de manera única a cada persona concreta: «Tengo mi misión», escribe, «soy un eslabón en una cadena, un vínculo de unión entre personas. No me ha creado para la nada. Haré el bien, haré su trabajo; seré un ángel de paz, un predicador de la verdad en el lugar que me es propio... si lo hago, me mantendré en sus mandamientos y le serviré a Él en mis quehaceres» (Meditación y Devoción, 301-2).


El servicio concreto al que fue llamado el Beato John Henry incluía la aplicación entusiasta de su inteligencia y su prolífica pluma a muchas de las más urgentes “cuestiones del día”. Sus intuiciones sobre la relación entre fe y razón, sobre el lugar vital de la religión revelada en la sociedad civilizada, y sobre la necesidad de un educación esmerada y amplia fueron de gran importancia, no sólo para la Inglaterra victoriana. Hoy también siguen inspirando e iluminando a muchos en todo el mundo. Me gustaría rendir especial homenaje a su visión de la educación, que ha hecho tanto por formar el ethos que es la fuerza motriz de las escuelas y facultades católicas actuales. Firmemente contrario a cualquier enfoque reductivo o utilitarista, buscó lograr unas condiciones educativas en las que se unificara el esfuerzo intelectual, la disciplina moral y el compromiso religioso. El proyecto de fundar una Universidad Católica en Irlanda le brindó la oportunidad de desarrollar sus ideas al respecto, y la colección de discursos que publicó con el título La Idea de una Universidad sostiene un ideal mediante el cual todos los que están inmersos en la formación académica pueden seguir aprendiendo. Más aún, qué mejor meta pueden fijarse los profesores de religión que la famosa llamada del Beato John Henry por unos laicos inteligentes y bien formados: «Quiero un laicado que no sea arrogante ni imprudente a la hora de hablar, ni alborotador, sino hombres que conozcan bien su religión, que profundicen en ella, que sepan bien dónde están, que sepan qué tienen y qué no tienen, que conozcan su credo a tal punto que puedan dar cuentas de él, que conozcan tan bien la historia que puedan defenderla» (La Posición Actual de los Católicos en Inglaterra, IX, 390). Hoy, cuando el autor de estas palabras ha sido elevado a los altares, pido para que, a través de su intercesión y ejemplo, todos los que trabajan en el campo de la enseñanza y de la catequesis se inspiren con mayor ardor en la visión tan clara que el nos dejó.

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God is Love
Jesus saith to him, Lovest thou Me more than these?

1. THOU askest us to love Thee, O my God, and Thou art Thyself Love. There was one attribute of Thine which Thou didst exercise from eternity, and that was Love. We hear of no exercise of Thy power whilst Thou wast alone, nor of Thy justice before there were creatures on their trial; nor of Thy wisdom before the acts and works of Thy Providence; but from eternity Thou didst love, for Thou art not only One but Three. The Father loved from eternity His only begotten Son, and the Son returned to Him an equal love. And the Holy Ghost is that love in substance, wherewith the Father and the Son love one another. This, O Lord, is Thine ineffable and special blessedness. It is love. I adore Thee, O my infinite Love!

2. And when Thou hadst created us, then Thou didst but love more, if that were possible. Thou didst love not only Thy own Co-equal Self in the multiplied Personality of the Godhead, but Thou didst love Thy creatures also. Thou wast love to us, as well as Love in Thyself. Thou wast love to man, {373} more than to any other creatures. It was love that brought Thee from heaven, and subjected Thee to the laws of a created nature. It was love alone which was able to conquer Thee, the Highest—and bring Thee low. Thou didst die through Thine infinite love of sinners. And it is love, which keeps Thee here still, even now that Thou hast ascended on high, in a small tabernacle, and under cheap and common outward forms. O Amor meus, if Thou wert not infinite Love, wouldest Thou remain here, one hour, imprisoned and exposed to slight, indignity, and insult? O my God, I do not know what infinity means—but one thing I see, that Thou art loving to a depth and height far beyond any measurement of mine.

3. And now Thou biddest me love Thee in turn, for Thou hast loved me. Thou wooest me to love Thee specially, above others. Thou dost say, "Lovest thou Me more than these?" O my God, how shameful that such a question need be put to me! yet, after all, do I really love Thee more than the run of men? The run of men do not really love Thee at all, but put Thee out of their thoughts. They feel it unpleasant to them to think of Thee; they have no sort of heart for Thee, yet Thou hast need to ask me whether I love Thee even a little. Why should I not love Thee much, how can I help loving Thee much, whom Thou hast brought so near to Thyself, whom Thou hast so wonderfully chosen out of the world to be Thy own special servant and son? Have I not cause to love Thee abundantly more than others, though all ought to love Thee? I {374} do not know what Thou hast done for others personally, though Thou hast died for all—but I know what Thou hast done specially for me. Thou hast done that for me, O my love, which ought to make me love Thee with all my powers.

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