miércoles, 29 de diciembre de 2010
Su ronco acento, es un canto de Amor...
El Tamborilero
Llevemos al Niño de Belén nuestro amor; a Él que es el Amor. Adoremos a Jesús en el Pesebre, la humildad de Dios derramada entre nosotros para siempre, Don eterno salvador y santificador del Padre de las misericordias. José y María, los pastores y las creaturas -el burrito y la vaca- en cantos de gloria y alabanza junto a los ángeles nos invitan al coro.
lunes, 13 de diciembre de 2010
Peregrinos y advenedizos
Cañón del Atuel
En la alegría de la celebración de la fiesta de santa Lucía y en ella la celebración del Amor que la encendió en martirio, en testimonio, de su fe para aquellos en su tiempo y para nosotros ahora, voy llevando adelante las despedidas agradecidas y afectuosas de la comunidad que dejo esta vez. Comunidad que por otra parte expresa humildemente su dolor por la partida de la Orden -que esperan sea sólo por un par de años- que “entrega” la Parroquia al padre Obispo quien designará sacerdotes de su clero para la cura pastoral. Permaneceremos, como Orden, con visitas frecuentes cuidando el Colegio que continúa a nuestro cargo. Por mi parte regresaré a la fraternidad de Río Cuarto, donde ya estuve alguna vez hace algunos años. El sentimiento que despierta la movilización a otro lugar es de entusiasmo; andar es un aspecto interesante de la misión. Andamos como peregrinos y advenedizos en este mundo, porque eso somos mientras caminamos hacia la Casa, donde hay muchas habitaciones. Esto nos recuerda como un viviente en su “ahora”, entre otras cosas, y desde el carisma el hermano Francisco. La ciudad que dejo es muy hermosa, llena de árboles y parquecitos cuidados. El aire puro y sano, de montaña; la gente simple y trabajadora; los paisajes –les dejo una imagen arriba- austeros y bellos en las cercanías; la comunidad empeñosa en la fe y la referencia especial a los hermanos de la comunidad de la Capilla santa Clara de Asís, en Cuadro Benegas y la otra más pequeña que se anima –con la fuerza y la humildad en el servicio de Armando y Titina y su “equipo”- los sábados en la Escuela Poblet del barrio el Vencedor, también en Cuadro Benegas, entonan el alma animando los últimos encuentros.
A la santa le pedimos que por su intercesión nos llene de Luz los ojos de la fe para amar como ella.
La Corona de Adviento

¡Marana thá! ¡Ven, Señor Jesús!
La Corona de Adviento ayuda a vivir este tiempo litúrgico -conducido en espíritu de conversión por la oración en la Liturgia de las Horas y en la Eucaristía-, haciéndolo presente en el seno de la familia. Corona verde entretejida con ramas del bosque y luces en ella, proviene de culturas europeas de antigua data y previas a la evangelización simbolizando en ellas la esperanza que en la alegría fortalece mientras va pasando el invierno que oculta parte de la vida en sus ramas deshojadas y debilita la luz y el calor del sol, hasta recibirla renovada en el vigor y la belleza de la luz primaveral y en la sustancia de los frutos sabrosos recogidos en la calidez del verano. Por aquellas tierras también y en el siglo XVI enriquecieron su significación con la mirada de la fe. Para nosotros es expresión de la Vida nueva y “el Sol que viene de lo alto” que nos trae la fiesta de la Navidad iniciando todo el Misterio de la presencia definitiva de Dios entre nosotros y la espera de su segunda venida. La luz crece semana tras semana, como crece en nosotros la luz de la fe, el calor del amor y la alegría de la esperanza, fortaleciéndonos en el servicio y los trabajos de todos los días.
Abajo encuentran reflexiones breves para el momento de encender progresivamente las velas cada domingo. Pueden compartir en ese momento una de las lecturas del Domingo correspondiente y rezar un Padrenuestro, Avemaría y Gloria. La oración en familia les ayudará a vivir más unidos, en el diálogo y el amor mutuo.
Primer domingo: la vigilancia en la espera del Señor
Encendemos, Señor, esta luz, como aquél que enciende su lámpara
para salir, en la noche, al encuentro del amigo que ya viene.
En esta primera semana del Adviento
queremos levantarnos para esperarte preparados,
para recibirte con alegría.
Muchas sombras nos envuelven; muchos halagos nos adormecen.
Queremos estar despiertos y vigilantes,
porque tú nos traes la luz más clara,
la paz más profunda y la alegría mas verdadera.
¡Ven, Señor Jesús!
¡Marana thá! ¡Ven, Señor Jesús!
Segundo domingo: la urgencia de la conversión en nuestra vida
Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel.
Nosotros, como un símbolo, encendemos estas dos velas.
El viejo tronco está rebrotando, florece el desierto...
La humanidad entera se estremece
porque Dios se ha sembrado en nuestra carne.
Que cada uno de nosotros, Señor, te abra su vida para que brotes,
para que florezcas, para que nazcas
y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza.
¡Ven pronto, Señor. Ven, Salvador!
¡Marana thá! ¡Ven, Señor Jesús!
Tercer domingo: el testimonio del Precursor nos invita a la alegría
En las tinieblas se encendió una luz, en el desierto clamó una voz.
Se anuncia la buena noticia: el Señor va a llegar.
Preparen sus caminos, porque ya se acerca.
Adornen el alma como una novia se engalana el día de su boda.
Ya llega el mensajero.
Juan Bautista no es la luz, sino el que nos anuncia la luz.
Cuando encendemos estas tres velas
cada uno de nosotros quiere ser antorcha tuya para que brilles,
llama para que calientes.
¡Ven, Señor, a salvarnos, envuélvenos en tu luz, enciéndenos en tu amor!
¡Marana thá! ¡Ven, Señor Jesús!
Cuarto domingo: el anuncio del nacimiento del Señor en la Virgen Madre
Al encender estas cuatro velas, en el último domingo,
pensamos en Ella, la Virgen, tu madre y nuestra madre.
Nadie te esperó con más ansia, con más ternura, con más amor.
Nadie te recibió con más alegría.
Te sembraste en Ella como el grano de trigo se siembra en el surco.
En sus brazos encontraste la cuna más hermosa.
También nosotros queremos prepararnos así:
en la fe, en el amor y en el trabajo de cada día.
¡Ven pronto, Señor. Ven a salvarnos!
¡Marana thá! ¡Ven, Señor Jesús!
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