domingo, 13 de junio de 2010

Basílica de san Antonio en Padua

Vista desde el patio del Noviciado.

San Antonio como otros santos franciscanos vivieron pobremente, sin embargo debido al agradecimiento de muchísimos de sus devotos, por favores recibidos gracias a su intercesión, se generan recursos que vuelven en parte en construcciones de Basílicas como ésta, podríamos pensar que expresan el "tamaño" de su actividad y de su santidad recibidas por el pueblo. Lugares que se convierten en ambientes acogedores para la oración; también permiten el desarrollo en estos santuarios de tareas de solidaridad, de promoción y asistencia a los más necesitados, la oración y la caridad ciertamente nos ayudan a ser más hermanos. Prolongan estos edificios, que a su vez son comunidades vivas, después de su muerte y misteriosamente la actividad -al menos en algunos de sus aspectos- que el santo tuvo en vida, la institucionalizan. Por la gracia del Espíritu que los animó siguen así acercando a los hombres entre ellos y ellos a Dios, aunque quizá no pensarían en semejantes estructuras.

Datos de su vida: nació en Lisboa a fines del siglo XII. Ingresó entre los canónigos regulares de san Agustín. Luego de ordenarse de sacerdote, pasó a los franciscanos –Orden de los Hermanos Menores- deseoso de misionar entre los pueblos de África pero no logro su intento. Estaba destinado a desplegar su apostolado y cosechar abundante fruto en varias regiones del sur de Francia y en Italia, por entonces tierra de herejías. Fue el primer profesor de teología de la orden franciscana. Escribió sermones llenos de ciencia, elegancia y unción. Murió en Padua en 1231. Lo canonizó Gregorio IX en 1232 y Pío XII lo proclamó doctor de la Iglesia con el título de «Evangélico».

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