miércoles, 9 de junio de 2010

San Efrén Diácono y Doctor de la Iglesia siglo IV

San Efrén "cítara del Espíritu Santo"

San Efrén de Nisibe es un doctor de la Iglesia universal, declarado como tal por Benedicto XV el 5 de octubre de 1920. Antes de esta declaración, San Efrén era ya valorado como una autoridad y una referencia grande por todas las Iglesias de Oriente, especialmente, como es natural, las de tradición siríaca.

San Efrén vivió en Nisibe y en Edesa (ciudades que hoy se hallan en el este de Turquía, cerca de la frontera con Irak), en la Alta Mesopotamia, en el siglo cuarto. Su lengua nativa era un dialecto del arameo, el siríaco. La tradición sitúa su nacimiento hacia el 307, y su muerte en el 373. Desde muy temprano vivió al lado del Obispo de su ciudad natal, Santiago, bajo cuya dirección hizo sus estudios. De su juventud se sabe muy poca cosa. Después de estar empleado, para ganarse la vida, en unos baños, por consejo de un monje con quien se encontró en Edesa se retiró a la soledad, donde, bajo la dirección de un anciano, se consagró a la oración, a la penitencia y a la meditación de las Sagradas Escrituras. Ordenado Diácono en fecha indeterminada, seguiría siéndolo todo el resto de su vida, rechazando por humildad el ser elevado al sacerdocio y al episcopado.
San Efrén escribió sobre todo poesía, especialmente himnos para ser cantados en la liturgia, aunque también homilías en verso y comentarios a la Escritura, así como ciertas obras en prosa de una gran belleza. El tema fundamental de sus poesías es cantar la presencia de Cristo en todas las cosas, en la creación y en nosotros los hombres. También en el Antiguo Testamento veía él "esbozos" y "tipos" de Cristo. Con ello se oponía a tendencias "gnósticas" y "helenizantes" de la fe cristiana, como el arrianismo. Naturalmente, su canto a la Encarnación le hace ser un cantor excelente de la Virgen María, escogida por Dios para la unión más estrecha entre Cristo y los hombres, y figura de la Iglesia.

Me interesa aquí compartirles, hoy 9 de junio que la Iglesia lo celebra, dos párrafos de su Comentario al Diatessaron.:

Comparación entre la Escritura y la fuente

18. ¿Quién será capaz de abarcar hasta el final todo lo que es posible hallar en una sola de tus palabras (Señor)? Es mucho más lo que dejamos que lo que tomamos, igual que los sedientos que beben en una fuente. Los rostros de tu palabra son tantos como los de quienes la estudian. El Señor ha pintado su palabra con multitud de bellezas, para que cada uno de los que la estudia pueda adentrarse por aquella que más le place. Y ha escondido en su palabra toda clase de tesoros, para que cada uno de nosotros, sea por donde sea que meditemos en ella, podamos enriquecernos con ella. Su palabra es el árbol de la vida, que extiende hacia ti por todos los lados los frutos benditos. Y como aquella piedra que fue rasgada en el desierto, que fue para todos, por todos los lados, bebida espiritual. (Comieron) un alimento espiritual –dice (la Escritura)–, y bebieron una bebida espiritual.

19. Aquel que encuentra una sola de sus riquezas, no piense que eso es lo único que hay en ella. Más bien, que eso es lo único que él fue capaz de encontrar de las muchas cosas que hay en ella. Y (no crea) que, porque ella le ha enriquecido, él la ha hecho a ella más pobre, sino que esté agradecido a su grandeza por no haber podido alcanzarla. Alégrate porque te has saciado, y no te entristezcas por lo que te ha quedado (sin beber). El sediento se alegra de haber bebido, pero no se entristece por no haber sido capaz de agotar la fuente. Que el manantial venza a tu sed, y no venza tu sed a la fuente. Pues si tu sed termina y la fuente no disminuye, podrás beber de nuevo todas las veces que tengas sed. Pero si con tu saciedad se agota la fuente, esa victoria tuya sería para tu mal. Da gracias por lo que te has llevado, y no murmures de lo que ha quedado de más. Lo que te llevaste al irte es tu parte, lo que se quedó es tu heredad. Lo que no pudiste tomar en un momento por tu debilidad, lo irás tomando a su debido tiempo con tu perseverancia. Y no decidas en tu maldad que, o tomas de una vez lo que no puede ser llevado en una sola vez, o desistes de aquello que podrías irte llevando poco a poco.

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