miércoles, 9 de junio de 2010

Carta a los Clérigos - San Francisco de Asís

Oh, Alto y glorioso Dios!

Por el Año sacerdotal traigo esta carta que no es la única en la que el hermano Francisco se refiere a este misterio, pero sí la única que dirige a los clérigos. Esta carta de san Francisco de Asís a los frailes clérigos, se puede fechar entre los años 1220 y 1226. La escribió desde su fe en la Eucaristía, misterio central y frecuente de su contemplación y devoción. Es expresión también de su fe, tan concreta y realista, en la encarnación. Influyen en ella las herejías de la época -la de los cátaros entre otras-, la crecida devoción a la presencia real y las intervenciones del concilio IV de Letrán y de Honorio III.

CARTA A LOS CLÉRIGOS
Reparemos todos los clérigos en el gran pecado e ignorancia en que incurren algunos sobre el santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo y sobre los sacratísimos nombres y sus palabras escritas que consagran el cuerpo.
Sabemos que no puede existir el cuerpo, si previamente no ha sido consagrado por la palabra. Nada, en efecto, tenemos ni vemos corporalmente en este mundo del Altísimo mismo, sino el cuerpo y la sangre, los nombres y las palabras por los que hemos sido hechos y redimidos de la muerte a la vida (1Jn 3,14).
Pues bien, todos los que ejercen tan santísimos ministerios, especialmente los que los administran sin discernimiento, pongan su atención en cuán viles son los cálices, los corporales y los manteles en los que se sacrifica el cuerpo y la sangre de nuestro Señor. Y hay muchos que lo abandonan en lugares indecorosos, lo llevan sin respeto, lo reciben indignamente y lo administran sin discernimiento. A veces hasta se pisan sus nombres y palabras escritas, porque el hombre animal no percibe las cosas que son de Dios (lCor 2,14).
¿No nos mueven a piedad todas estas cosas cuando el piadoso Señor mismo se pone en nuestras manos y lo tocamos y lo recibimos todos los días en nuestra boca? ¿Es que ignoramos que hemos de ir a parar a sus manos?
Así, pues, enmendémonos cuanto antes y resueltamente de todas estas cosas y de otras semejantes, y donde se encuentre colocado y abandonado indebidamente el santísimo cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, retírese de allí y póngase y custódiese en sitio precioso. De igual modo, los nombres y palabras escritas del Señor, donde se encuentren en lugares no limpios, recójanse y colóquese en sitio decoroso.
Y sabemos que todas estas cosas debemos guardarlas por encima de todo, según los mandamientos del Señor y las prescripciones de la santa madre Iglesia. Y el que no haga esto, sepa que tendrá que dar cuenta en el día del juicio (cf. Mt 12,36), ante nuestro Señor Jesucristo.
Sepan que son benditos del Señor Dios los que hicieren copias de este escrito, para que sea mejor guardado.

No hay comentarios: