V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R. Pues por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según san Mateo 11, 28-30
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo
os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo
es llevadero y mi carga ligera».
Jesús cae. Las heridas, el peso de la cruz, el camino
abrupto y cuesta arriba. Y el gentío sofocante. Pero no es sólo esto lo que lo
ha postrado así. Tal vez es el peso de la tragedia que se abre paso en su
vida. Ya no se consigue ver a Dios en Jesús, hombre que se muestra tan frágil,
que tropieza y cae.
Jesús, allí, en aquél camino, en medio de toda aquella gente
que grita y alborota, después de haber caído en tierra, te vuelves a levantar e
intentas seguir subiendo. En el fondo del corazón sabes que este sufrimiento
tiene un sentido, Te das cuenta de haber cargado con el peso de tantas faltas,
traiciones y culpas nuestras.
Jesús, tu caída nos hace sufrir porque comprendemos que
somos nosotros la causa; o tal vez nuestra fragilidad, no sólo física, sino la
de todo nuestro ser. Quisiéramos no caer más; pero después cualquier cosa, una
dificultad, una tentación o un contratiempo, y nos dejamos ir, y caemos.
Habíamos prometido seguir a Jesús, respetar y cuidar a las
personas que ha puesto a nuestro lado. Sí, en realidad las queremos, o al menos
así nos parece. Si faltaran sufriríamos mucho. Pero, después cedemos en las
situaciones concretas de cada día.
¡Cuántas caídas en nuestras familias! ¡Cuántas separaciones,
cuántas traiciones! Y después, los divorcios, los abortos, los abandonos. Jesús,
ayúdanos a entender qué es el amor, enséñanos a pedir perdón.
Padre nuestro...
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