V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R. Pues por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según san Lucas 23, 26
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de
Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás
de Jesús.
Tal vez Simón de Cirene representa a todos nosotros cuando
de repente nos llega una dificultad, una prueba, una enfermedad, un peso
imprevisto, una cruz a veces dura. ¿Por qué? ¿Por qué precisamente a mí? ¿Por
qué justamente ahora? El Señor nos llama a seguirlo, no sabemos dónde ni cómo.
Jesús, lo mejor que se puede hacer es ir tras de ti, ser
dócil a lo que nos pides. Tantas familias lo pueden confirmar por experiencia
directa: no sirve rebelarse, conviene decirte sí, porque tú eres el Señor del
Cielo y de la Tierra.
Pero no sólo por esto podemos y queremos decirte sí. Tú nos
amas con amor infinito. Más que el padre, la madre, los hermanos, la mujer, el
esposo, los hijos. Nos amas con un amor que ve más lejos, un amor que, por
encima de todo, aun de nuestra miseria, nos quiere salvos, felices, contigo,
para siempre.
También en familia, en los momentos más difíciles, cuando se
debe tomar una decisión importante, si la paz habita en el corazón, si se está
atento a percibir lo que Dios quiere de nosotros, somos iluminados por una luz
que nos ayuda a discernir y a llevar nuestra cruz.
El Cirineo nos recuerda también los rostros de tantas
personas que nos han acompañado cuando una cruz muy pesada se ha abatido sobre
nosotros o nuestra familia. Nos recuerda a tantos voluntarios que en muchas
partes del mundo se dedican generosamente a confortar y ayudar a quién pasa por
momentos de sufrimiento o dificultad. Nos enseña a dejarnos ayudar con
humildad, si lo necesitamos, y también a ser cireneos para los demás.
Padre nuestro,...
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