jueves, 5 de abril de 2012

9ª Estación: Jesús cae por tercera vez


V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R. Pues por tu santa Cruz, redimiste al mundo.


Lectura del Evangelio según san Lucas 22, 28-30a.
«Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo preparo para vosotros el reino como me lo preparó mi Padre a mí, de forma que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino».

El camino de subida es corto, pero ya no tiene fuerzas. Jesús está acabado física y espiritualmente. Siente sobre sí el odio de los jefes, de los sacerdotes, de la muchedumbre que parecen querer descargar sobre él la rabia reprimida por tantas opresiones del pasado y del presente. Como si buscaran la revancha, haciendo valer su poder sobre Jesús.
Y caes, caes Jesús, por tercera vez. Pareces sucumbir. Pero he aquí que con extrema fatiga te vuelves a levantar y reemprendes el terrible camino hacia el Gólgota. Ciertamente, muchos de nuestros hermanos en todo el mundo están sufriendo pruebas tremendas porque te siguen, Jesús. Están subiendo contigo hacia el Calvario y contigo están también cayendo bajo las persecuciones que desde hace dos mil años laceran tu cuerpo que es la Iglesia.
Con estos hermanos nuestros en el corazón, queremos ofrecer nuestra vida, nuestra fragilidad, nuestra miseria, nuestras pequeñas y grandes penas cotidianas. Vivimos con frecuencia anestesiados por el bienestar, sin comprometernos con todas las fuerzas en levantarnos de nuevo y levantar a la humanidad. Pero podemos volver a ponernos en pie, porque Jesús ha encontrado la fuerza de volverse a alzar y reemprender el camino.
También nuestras familias son parte de este tejido deshilachado, están sujetas a un estado de bienestar que se convierte en la meta misma de la vida. Nuestros hijos crecen. Intentemos habituarles a la sobriedad, al sacrificio, a la renuncia. Tratemos de darles una vida social satisfactoria en el ámbito deportivo, asociativo y recreativo, pero sin que estas actividades sean sólo un modo para llenar la jornada y tener todo lo que se desea.
Por eso, Jesús, necesitamos escuchar tus palabras, de las que deseamos dar testimonio: «Bienaventurados los pobres, bienaventurados los mansos, bienaventurados los constructores de paz, bienaventurados los que sufren por la justicia…».

Padre nuestro, ...

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