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sábado, 30 de marzo de 2013
¡Sí, verdaderamente ha resucitado!
¡Felices Pascuas de Resurrección!
Cristo Resucitado
La alegría que emana el corazón desde tan adentro nos ayude a hacer de nuestros días cielos nuevos y tierra nueva para nosotros, en nuestras familias y fraternidades; en nuestra Nación y en nuestra Iglesia.
Compartamos parte de la Carta del Ministro General de los Menores (dos párrafos discontínuos) de este año y de la Cuarta Carta de Clara a Inés de Praga como expresiones pascuales, entre tantas otras gozosas y hondas como éstas, de nuestras Ordenes, de nuestra Iglesia.
“¡Sí, verdaderamente ha
resucitado!”
Siempre me impresionó que los
cristianos orientales en este período se saludan con estas palabras: “¡Cristo
ha resucitado!”, a lo que se responde “¡Sí, verdaderamente ha resucitado!” Sí,
ha resucitado. Esta confesión de fe la hacemos en esta ocasión en el contexto
del Año de la fe, querido por Benedicto XVI “para que la Iglesia renueve el
entusiasmo de creer en Jesucristo, único salvador del mundo, reavive la alegría
de caminar por el camino que nos ha indicado; y testimonie de modo concreto la
fuerza trasformadora de la fe” (Benedicto XVI, Audiencia 17/10/2012).
La fe: adhesión a Cristo y a la Iglesia.
Intentando sintetizar al
máximo pienso que una palabra que podría ayudarnos a responder a la pregunta
¿qué es la fe? es adhesión: Adhesión cordial a una persona, la persona de
Cristo, y adhesión gozosa a unos contenidos, los que la Iglesia nos propone en el
Credo y a través del Magisterio. La adhesión a la persona de Jesucristo,
esencial en la vida de un creyente, comporta un encuentro personal con Jesús a
través de una vida intensa de oración, de una rica vida sacramental, y de la Lectura orante de la Palabra. Hemos de
ser muy conscientes de que en el campo de la fe nos lo jugamos todo en el
encuentro con la persona de Jesús. Sin ese encuentro nuestra adhesión será a
una idea o ideología, nunca a una persona o a una forma de vida. Por otra parte
la adhesión a los contenidos de fe que nos presenta la Iglesia comporta el
conocimiento de dichos contenidos y una reflexión profunda sobre ellos, así
como una visión de fe sobre la misma Iglesia. No se trata de profesar “mi fe”,
sino de hacer mía la fe de la
Iglesia , lo que se traduce en obediencia caritativa (cf. Adm
3, 6) y en asentimiento, “con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia ” (PF 10; Dei
Verbum 5; Dei Filius III). Hago mía la invitación del último Sínodo a reanimar
nuestro entusiasmo de pertenecer a la Iglesia (cf. Instrumentum Laboris 87). Solo desde
este entusiasmo podremos “restaurarla”, como hizo Francisco. (De la Carta del Ministro General de la Orden de los Hermanos
Menores. Domingo de Pascua en la Resurrección del Señor. 2013)
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Dime: ¿Quién no se alegraría
de gozos tan envidiables? [la vocación y la vida santa de Inés de Praga]. Pues
alégrate también tú siempre en el Señor, carísima, y no te dejes envolver por
ninguna tiniebla ni amargura, oh señora amadísima en Cristo, alegría de los
ángeles y corona de las hermanas. Fija tu mente en el espejo de la eternidad,
fija tu alma en el esplendor de la gloria, fija tu corazón en la figura de la
divina sustancia, y transfórmate toda entera, por la contemplación, en imagen
de su divinidad. Así experimentarás también tú lo que experimentan los amigos
al saborear la dulzura escondida que el mismo Dios ha reservado desde el
principio para sus amadores. Deja de lado absolutamente todo lo que en este
mundo engañoso e inestable tiene atrapados a sus ciegos amadores, y ama
totalmente a quien totalmente se entregó por tu amor: a Aquel cuya hermosura
admiran el sol y la luna, cuyos premios no tienen límites ni por su número ni
por su preciosidad ni por su grandeza; a Aquel -te digo- Hijo del Altísimo,
dado a luz por la Virgen ,
la cual siguió virgen después del parto. Adhiérete a su Madre dulcísima, que
engendró un tal Hijo: los cielos no lo podían contener, y ella, sin embargo, lo
llevó en el pequeño claustro de su vientre sagrado, y lo formó en su seno de
doncella. (De la IV Carta de santa Clara de Asís a santa Inés de
Praga nn 9-19.)
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